Siempre que Germán recibía visitas, su mayor preocupación mientras los atendía era que la puerta de la cocina estuviera siempre cerrada. Podia ser su madre, amigos, hermanos, compañeros de trabajo o cuñados, pero la cocina nunca debía quedar a la vista
"Por favor, querida", decía a su esposa, "que no se vea la trastienda!!"