
Cuando a Sebastián le servían queque, siempre pedía la mantequilla, ya que según él, no hay nada más rico que el queque, ojalá tibio, untado con mantequilla, ojalá de campo.
Segundo era el patriarca de la familia. Su café después de almuerzo era sagrado, pero era requisito indispensable que estuviera muy pero muy caliente y servido hasta el mismísimo borde de la taza. Si habia más de 2mm entre el líquido y el borde de la taza, se escuchaba el comentario de rigor "¿Que no hay más agua??"
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