26 marzo 2009

Lápices



Cada vez que un lápiz cae en mis manos, sucumbo a la irresistible tentación de desarmarlo. No importa si es mio o de alguien más, igual lo abro, le saco la tinta, el resorte y todo lo que pueda.

3 comentarios:

observante dijo...

a mi me baja una irresistible tentación de guardármelo. soy una especie de coleccionista no declarado. no soy consciente de haberme robado uno deliberadamente que me hayan prestado pero de pronto me doy cuenta que he guardado una enorme cantidad de lápices bolígrafos sin saber porqué. Creo que tal vez con la esperanza que algún día encontraré uno que escriba siempre.
saludos

Uy! ya dijo...

jajajaj, si y también moverlo descontroladamente.

Daniela Paz dijo...

ahaha que buena